Adentrarse en el corazón de la medina supone sumergirse en un universo de laberínticas callejuelas y pasadizos cubiertos, de callejones a veces sin salida, de un enjambre de tiendas donde se vende de todo, de cafeterías frecuentadas por hombres que charlan fumando el narguile, de mujeres ancianas vistiendo el sefsari, el velo blanco que las cubre de la cabeza a los pies, de transeúntes dirigiéndose al hamman, de madres con sus hijas comprando el ajuar, de vendedores que te invitan a pasar a la trastienda, te ofrecen un té con hierbabuena mientras charlan contigo en la lengua tunecina mezcla de francés y árabe y te muestran desde la azotea la ciudad desde lo alto y allá abajo el patio de la mezquita que tiene la entrada prohibida a los no musulmanes.Y terminas regateando para comprar el bolso de piel al que le echaste el ojo nada más asomarte a la tienda.
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Adentrarse en el corazón de la medina supone sumergirse en un universo de laberínticas callejuelas y pasadizos cubiertos, de callejones a veces sin salida, de un enjambre de tiendas donde se vende de todo, de cafeterías frecuentadas por hombres que charlan fumando el narguile, de mujeres ancianas vistiendo el sefsari, el velo blanco que las cubre de la cabeza a los pies, de transeúntes dirigiéndose al hamman, de madres con sus hijas comprando el ajuar, de vendedores que te invitan a pasar a la trastienda, te ofrecen un té con hierbabuena mientras charlan contigo en la lengua tunecina mezcla de francés y árabe y te muestran desde la azotea la ciudad desde lo alto y allá abajo el patio de la mezquita que tiene la entrada prohibida a los no musulmanes.Y terminas regateando para comprar el bolso de piel al que le echaste el ojo nada más asomarte a la tienda.
Cuentan que en el pasado era un bosque sagrado donde se reunían los druidas y jugaban las hadas. Me hablan de cascadas y cuevas milenarias en lo alto del monte que quedó pendiente de escalar. Pero cuando te adentras en lo más umbrío del bosque buscando manantiales, trepando por las enormes rocas que la fuerza del agua arrastró dejando varadas en el cauce del arroyo, saltando por encima de troncos caídos recubiertos de musgo y notas que las zarzas se enredan en tus piernas y avanzas a través de una vegetación de líquenes, helechos, acebos, laureles y de quejigos con lianas colgando y te dicen que la laurisilva que acabas de tocar es del período Terciario, ya no te cabe duda de estar encaminándote al origen del mundo y encuentras en las piedras los ecos de la historia y reconoces en una de ellas el rostro petrificado del guardián del lugar.
Como todos los días, cerca de las diez, llegó la hora del baño. La manada se adentró en el río mientras en la orilla, nosotros, los mirones, veíamos como los elefantes pequeños jugaban entre ellos, entrelazando trompas y retozando zambulléndose en las aguas marrones, otros no se separaban de los adultos que reunidos en grupo parecían estar de tertulia en mitad del río, tirándose, de vez en cuando, agua con la trompa por encima de la cabeza.
Son los elefantes del orfanato de Pinnawela bañándose en el río Maha Oya en Sri Lanka. El orfanato se fundó en 1975 para cuidar de los pequeños elefantes que se quedaban huérfanos en la jungla. Actualmente acoge tanto a crías como a adultos heridos, víctimas del maltrato o mutilados por las minas de una guerra que ha durado veintiséis años, hasta 2009.
En el desierto de Arabia, en una isla al sureste del golfo Pérsico, en Abu Dhabi, lejos del resto de edificios de la ciudad, aparecen como un espejismo diluido en blanco, resplandecientes bajo el ardiente sol de la mañana, los cuatro minaretes de más de cien metros de altura de un grandioso templo de cúpulas de mármol blancas rematadas en chapiteles dorados que reverberan con la luz. Es la mezquita Sheikh Zayed.
Del grupo de mujeres que entramos aquella calurosa mañana de octubre de 2011 en la mezquita, yo era la nota discordante. Todas vestían el obligatorio atuendo negro, excepto yo, porque las señoras de la entrada encargadas de proporcionar las abayas y pañuelos a las extranjeras fueron tan amables de permitirme utilizar mi pañuelo rosa.
El helicóptero se posó en un promontorio elevado apenas unos metros sobre el nivel del glaciar. Un lugar habitado sólo por Jakob, un estudiante danés que se ganaba el dinero para pagar sus estudios en la universidad recibiendo a los pocos turistas que aterrizaban allí. Cuando el chico empezó con los datos numéricos de interés sobre el glaciar, decidí abandonar el grupo y explorar por mi cuenta bajando precipitadamente la pendiente de tierra ansiosa de tocar con mis manos un hielo que se remonta a millones de años en la historia del planeta, al periodo cuaternario. Y fue entonces, en el silencio de las voces, cuando escuché la banda sonora de la naturaleza en el Ártico, el sordo sonido del glaciar deslizándose camino del mar.
Yo no cronometré a Strokkur, fue el hombre que tenía a mi derecha quien lo hizo, quizás para comprobar si los datos que daba la Lonely Planet (llevaba la guía en el bolsillo de su mochila) eran exactos. Así es que no puedo deciros de forma fiable si el géiser tardó cinco, ocho o quizás diez minutos en entrar en erupción. Sólo os puedo hablar de la expectación de los que estábamos allí reunidos en torno a la charca mirando embelesados las burbujas y del grito de exclamación que salió de nuestras gargantas cuando de repente una columna de agua caliente y vapor procedente del fondo de la tierra se elevó más de diez metros sobre nosotros. Las cámaras entraron en un frenesí de fotos hasta que el agua volvió a reposar de nuevo en la charca burbujeando el próximo lanzamiento.
Aserejé ja de je de jebe tu de jebere… empecé a cantar después de haber brindado con vino de arroz a la salud de la familia vietnamita que nos alojaba esa noche en su casa en el Delta del Mekong.
Estábamos en el jardín sentados en taburetes alrededor de una pequeña mesa de madera donde quedaban los restos de la sopa de verduras y el pescado que habíamos cenado. La noche era calurosa y la luna llena arrancaba destellos a los peces del estanque. No había ganas de dormir y el padre de familia sacó una guitarra eléctrica y todos, madre, hija y un amigo invitado empezaron a cantar una triste canción homenaje a los mártires de la guerra, según deduje de la letra que tradujeron después al inglés.
Brindamos por Vietnam y España y me pidieron que cantara una canción de mi país y lo primero que se me ocurrió fue el estribillo de Aserejé. El problema vino cuando me pidieron que tradujera la letra.
Los monos te vigilan por todas partes, encaramados en las altas ceibas, entre las ruinas de los templos. Sus gritos se unen al chirrido de las chicharras y al calor de la selva.
Cuando te acercas al templo de Ta Prohm una colosal y misteriosa cara esculpida en la piedra te franquea la entrada al recinto sagrado de la diosa Prajñaparamita, la deidad de la sabiduría en el imperio Jemer.
Tras el primer tropezón ya tienes más cuidado donde pones el pie, las raíces de los árboles reptan como anacondas y trepan por los muros entrelazadas con los bloques de piedra.
No pude capturar al leopardo. Apareció de improviso medio oculto entre los altos matorrales que crecían a lo largo del camino, avanzando con la seguridad del que se encuentra en territorio propio. Los sonidos del parque cesaron para mí, hipnotizada como estaba por la elegancia del movimiento de aquel felino que caminaba a pocos metros de donde yo me hallaba, indiferente a la mirada de mis ojos. Mi asombro era tan grande que no fui capaz de disparar la cámara.
Una vez recé a Alá. Era una tarde fría de invierno en Ammán, en la acera quedaban restos de la nevada del día anterior. Yo estaba parada en una esquina dando pequeños saltos para que los pies metidos en las botas entraran en calor, las manos enguantadas eran reacias a salir de los bolsillos del abrigo rojo para hacer señales a un taxi y el pañuelo rosa que cubría mi cabeza no conseguía evitar el frío en mis orejas.
Pasaban los coches, pasaban los taxis ocupados y pasaban los minutos, hasta que por fin paró uno. El taxista, un hombre joven, me preguntó la dirección, le dije Jabal Lwebde, Dwar París y asintió. Subí al taxi, comprobé que el taxímetro marcaba un cuarto de dinar y me aseguré que conocía el camino. Me acurruqué en el interior despreocupada por no tener que ir indicándole cómo llegar.
No soy una chica Lonely Planet. Me duele asumirlo pero los hechos lo demuestran: no he conseguido la típica foto que aparece en la guía del turista leyendo el periódico flotando en el mar. Y os aseguro que lo intenté.
Marché al Mar Muerto con las cifras aprendidas: 416,5 m bajo el nivel del mar, un porcentaje de sal del 33% en comparación con el océano que es del 3,5%, etc, etc. Todo para presumir de conocer el terreno que pisaba. Y me llevé el equipamiento adecuado: el bikini rojo a juego con las zapatillas de agua para no herirme con las piedras incrustadas de púas de sal y un amigo con cámara para captar el momento. Y me sabía de memoria las instrucciones para obtener una buena foto:
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Experiencias y anécdotas de mis viajes por el mundo.
viernes, 27 de diciembre de 2013
En Túnez: la Medina, otra forma de vida
Adentrarse en el corazón de la medina supone sumergirse en un universo de laberínticas callejuelas y pasadizos cubiertos, de callejones a veces sin salida, de un enjambre de tiendas donde se vende de todo, de cafeterías frecuentadas por hombres que charlan fumando el narguile, de mujeres ancianas vistiendo el sefsari, el velo blanco que las cubre de la cabeza a los pies, de transeúntes dirigiéndose al hamman, de madres con sus hijas comprando el ajuar, de vendedores que te invitan a pasar a la trastienda, te ofrecen un té con hierbabuena mientras charlan contigo en la lengua tunecina mezcla de francés y árabe y te muestran desde la azotea la ciudad desde lo alto y allá abajo el patio de la mezquita que tiene la entrada prohibida a los no musulmanes.Y terminas regateando para comprar el bolso de piel al que le echaste el ojo nada más asomarte a la tienda.
martes, 10 de diciembre de 2013
En España: Parque Natural de los Alcornocales
Cuentan que en el pasado era un bosque sagrado donde se reunían los druidas y jugaban las hadas. Me hablan de cascadas y cuevas milenarias en lo alto del monte que quedó pendiente de escalar. Pero cuando te adentras en lo más umbrío del bosque buscando manantiales, trepando por las enormes rocas que la fuerza del agua arrastró dejando varadas en el cauce del arroyo, saltando por encima de troncos caídos recubiertos de musgo y notas que las zarzas se enredan en tus piernas y avanzas a través de una vegetación de líquenes, helechos, acebos, laureles y de quejigos con lianas colgando y te dicen que la laurisilva que acabas de tocar es del período Terciario, ya no te cabe duda de estar encaminándote al origen del mundo y encuentras en las piedras los ecos de la historia y reconoces en una de ellas el rostro petrificado del guardián del lugar.
Etiquetas:
Cádiz,
España,
Jimena de la Frontera,
Parque Natural de los Alcornocales
viernes, 29 de noviembre de 2013
En Sri Lanka: la senda de los elefantes
Como todos los días, cerca de las diez, llegó la hora del baño. La manada se adentró en el río mientras en la orilla, nosotros, los mirones, veíamos como los elefantes pequeños jugaban entre ellos, entrelazando trompas y retozando zambulléndose en las aguas marrones, otros no se separaban de los adultos que reunidos en grupo parecían estar de tertulia en mitad del río, tirándose, de vez en cuando, agua con la trompa por encima de la cabeza.
viernes, 22 de noviembre de 2013
En Jordania: Abila, una antigua ciudad de romanos
Tras vueltas
y vueltas sin encontrar el camino, por fin un pastor nos indicó la dirección
exacta. Lo primero que divisamos elevándose entre las altas hierbas de la
primavera, fueron dos filas de columnas, una combinación alterna de columna de
basalto negro con otra de piedra caliza blanca. Son los restos de una iglesia
bizantina de lo que hace más de dos mil años fuera la rica ciudad romana de
Abila, en el norte de Jordania.
jueves, 14 de noviembre de 2013
En Abu Dhabi: Mezquita Sheikh Zayed
En el desierto de Arabia, en una isla al sureste del golfo Pérsico, en Abu Dhabi, lejos del resto de edificios de la ciudad, aparecen como un espejismo diluido en blanco, resplandecientes bajo el ardiente sol de la mañana, los cuatro minaretes de más de cien metros de altura de un grandioso templo de cúpulas de mármol blancas rematadas en chapiteles dorados que reverberan con la luz. Es la mezquita Sheikh Zayed.
miércoles, 6 de noviembre de 2013
En Groenlandia: Al norte del Círculo Polar Ártico
El helicóptero se posó en un promontorio elevado apenas unos metros sobre el nivel del glaciar. Un lugar habitado sólo por Jakob, un estudiante danés que se ganaba el dinero para pagar sus estudios en la universidad recibiendo a los pocos turistas que aterrizaban allí. Cuando el chico empezó con los datos numéricos de interés sobre el glaciar, decidí abandonar el grupo y explorar por mi cuenta bajando precipitadamente la pendiente de tierra ansiosa de tocar con mis manos un hielo que se remonta a millones de años en la historia del planeta, al periodo cuaternario. Y fue entonces, en el silencio de las voces, cuando escuché la banda sonora de la naturaleza en el Ártico, el sordo sonido del glaciar deslizándose camino del mar.
miércoles, 30 de octubre de 2013
En Islandia: Géiser
Valle de Haukadalur. Islandia |
martes, 22 de octubre de 2013
En Vietnam: Delta del Mekong
Aserejé ja de je de jebe tu de jebere… empecé a cantar después de haber brindado con vino de arroz a la salud de la familia vietnamita que nos alojaba esa noche en su casa en el Delta del Mekong.
Estábamos en el jardín sentados en taburetes alrededor de una pequeña mesa de madera donde quedaban los restos de la sopa de verduras y el pescado que habíamos cenado. La noche era calurosa y la luna llena arrancaba destellos a los peces del estanque. No había ganas de dormir y el padre de familia sacó una guitarra eléctrica y todos, madre, hija y un amigo invitado empezaron a cantar una triste canción homenaje a los mártires de la guerra, según deduje de la letra que tradujeron después al inglés.
martes, 15 de octubre de 2013
En Camboya: Templos de Angkor
Banteay Srei. Angkor. Camboya |
Los monos te vigilan por todas partes, encaramados en las altas ceibas, entre las ruinas de los templos. Sus gritos se unen al chirrido de las chicharras y al calor de la selva.
Cuando te acercas al templo de Ta Prohm una colosal y misteriosa cara esculpida en la piedra te franquea la entrada al recinto sagrado de la diosa Prajñaparamita, la deidad de la sabiduría en el imperio Jemer.
Tras el primer tropezón ya tienes más cuidado donde pones el pie, las raíces de los árboles reptan como anacondas y trepan por los muros entrelazadas con los bloques de piedra.
lunes, 7 de octubre de 2013
En Sri Lanka: Safari en Yala
Cocodrilo en una laguna del Parque Nacional Yala. Sri Lanka |
Etiquetas:
Parque Nacional de Yala,
Sri Lanka,
Yala
jueves, 3 de octubre de 2013
En Jordania: Nieve en Ammán
Nieve en Ammán. Jabal Al-Qal'a o Colina de la Ciudadela. Jordania |
Pasaban los coches, pasaban los taxis ocupados y pasaban los minutos, hasta que por fin paró uno. El taxista, un hombre joven, me preguntó la dirección, le dije Jabal Lwebde, Dwar París y asintió. Subí al taxi, comprobé que el taxímetro marcaba un cuarto de dinar y me aseguré que conocía el camino. Me acurruqué en el interior despreocupada por no tener que ir indicándole cómo llegar.
miércoles, 2 de octubre de 2013
En Jordania: Mar Muerto
Piedras recubiertas de sal a orillas del Mar Muerto. Jordania. |
No soy una chica Lonely Planet. Me duele asumirlo pero los hechos lo demuestran: no he conseguido la típica foto que aparece en la guía del turista leyendo el periódico flotando en el mar. Y os aseguro que lo intenté.
Marché al Mar Muerto con las cifras aprendidas: 416,5 m bajo el nivel del mar, un porcentaje de sal del 33% en comparación con el océano que es del 3,5%, etc, etc. Todo para presumir de conocer el terreno que pisaba. Y me llevé el equipamiento adecuado: el bikini rojo a juego con las zapatillas de agua para no herirme con las piedras incrustadas de púas de sal y un amigo con cámara para captar el momento. Y me sabía de memoria las instrucciones para obtener una buena foto:
Sobre mí
- María Díaz-Albo
- Bibliotecaria, documentalista, Community Manager y apasionada de los viajes. Con este blog pretendo contar, a través de la escritura y las fotografías tomadas durante mis viajes y estancias en el extranjero, las experiencias y anécdotas vividas.
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