Me aproveché de los caprichos de la duquesa sin el menor pudor y sin pagar nada a cambio. Conozco a doña María Josefa de la Soledad Alonso Pimentel, duquesa de Osuna, por el busto que su nieto Pedro Alcántara mandó colocar en el centro de la Exedra de las Esfinges en la Plaza de los Emperadores dentro del jardín que ella misma hizo construir a finales del siglo XVIII en la parte posterior de su palacio. Dicen que fue mujer inteligente y culta, mecenas de artistas e intelectuales.
Paseando por este parque a la sombra de los pinos, cipreses, robles, cedros, tilos, acacias, escuchando el rumor del agua de las fuentes y manantiales y el ir y venir de pájaros y ardillas, yo, ciudadana del siglo XXI, me siento heredera de un pedazo de paraíso que no fue creado pensando en mí sino para deleite de nobles y reyes cuya memoria queda escrita en los libros de historia.